La realidad del asunto la desconozco. Aquellos atardeceres, en los cuales milésimas de segundos atrás me hubiese impactado un calor efímero pero embriagado de felicidad, se transforman en días perdidos. Sin camino alguno.
Deambulo enfrascada entre sombras del pasado que se asemejan a mi presente. El escenario vacío luce tan absurdo... La gente es absurda. Yo lo soy.
Preocupaciones en mi mente que atemorizan. Una voz interior que no deja respirar. Me ahoga hasta el cansancio. El sentimiento de euforia continuado con la culpa carcomiendo mis entrañas.
El deseo de sacar todo de mi. La basura debe ser desechada, escupida, vomitada.
Y aún así, continúo sin encontrar aquel sendero que tal vez conduzca a algún destino.
Después de estas simples palabras sigo sin entender quién soy.
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