Leo sus cartas, me maquino. Reviso las antiguas firmas que hacía en mi muro, me maquino. Pienso en los últimos sucesos acontecidos y, consecuentemente, me maquino. Mi mente sufrió una metamorfosis, se transformó en una máquina que no para de funcionar, no se apaga en ningún momento, constantemente trabaja en cada detalle, lo que fue y no debió ser.
Eran mensajes tiernos, llenos de amor. Si que lo eran. Yo era su gordita hermosa, su gatita, la chica que siempre soñó para él. Su sueño, algo que no podía creer que le sucediera... Estaba loco por mi. Y no eran sólo palabras, se evidenciaba. Estaba en la cima, era un ideal... y como toda idea, caí. Y cuando se está muy arriba, la caída duele. Pesa. Y nos pesó...
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