Nada es más perfecto que mi ALMA entre tus SOLES

sábado, 27 de agosto de 2011

Vivir la vida y ser feliz no es intentar morir en el intento

“Tu vida llegó a su fin”. Aún recuerdo esas palabras flotando en mi inconsciente, deseando que fueran mentira, o algún tipo de broma sin sentido. Estaba equivocada, o más en lo correcto que nunca. Mis actos tenían consecuencias y era hora de pagar por ellos. Si mi deseo hasta ese día se rodeaba de la perfección irreal de las modelos de fashion tv, bastaba una demostración de la capacidad que tiene el ser humano para obstruir sus metas: capaz de deshacer y cambiar todo lo que mi persona necesitaba. O creía necesitar.
El día d. Llegué a ese lugar parecido a una Institución, cuando su nombre indicaba más bien que era una asociación de lucha. Dos términos que no encontré allí. Miedo, desconfianza e incertidumbre. Sentimientos de desconcierto y abandono. Personas sin nombre ni rostro. Representantes de una idea colectiva, no de un sentimiento individual. No encontraba mi espacio en ese sitio. Simplemente no era para mí. No lo necesitaba. Y tenía que demostrarlo.
Mi plan se ponía en marcha. Fingir por unas semanas ser igual que el resto. Actuar como los demás. Sin saltearme espacios, etapas. Relajar mi cuerpo y mi mente. Eso funcionaría dejando atrás la idea de mi ser débil y necesitado de ayuda profesional. Mientras tanto, mi contador de calorías mental no paraba de alarmarme. Y una voz en mi interior me pedía que pare.
Buscar culpables era mi tarea favorita de ese entonces. Y el primer premio me pertenecía. Me culpaba por no haber sido lo suficientemente astuta, cautelosa, sagaz. Mis mentiras eran verdades. Y la lógica de mis acciones no seguía el hilo de lógica alguna. Me justificaba sin argumentos. Me lastimaba sin dañarme. Mientras que la aceptación de lo que realmente sucedía, no en mi mente sino a mi alrededor, se hacía cada día más difícil de asimilar. El mundo que vivía el resto no era el mío. Para ellos era una lástima.
El deseo por la perfección me desvelaba día y noche. En sueños, despierta. Ahondaba en mi mente, constantemente. Cuentas, números, prejuicios, IMC. Superficialidad. Vacío. Mentiras y más mentiras. Un universo paralelo entre la verdad de la vida y la mentira de la ficción. Era mi historia, yo era su autora. Y por supuesto, su protagonista. Lo que no sabía es que el final de la novela se acercaba antes de lo previsto. Sin planearlo.
Me imaginaba en una prisión, presa de mis deseos, usando máscaras de infinitos colores y formas, una para cada ocasión. Tirando por la borda todos esos días de autocontrol que tanto me caracterizaban. Mi cable a tierra, mi sostén. Por lo que luchaba y sabía que seguía viva. Mi amiga. Mi enemiga. Quien me ayudaba a llegar a la meta, pero bajo un precio alto, mi destrucción.
De muy pocas cosas tenía certeza. Y de una estaba segura: mi obsesión no era más fuerte que mi miedo por perderlo todo. El personaje que tanto me costó construir podía derrumbarse, pero no iba a perder mi vida. Aunque, sin darme cuenta, lo estaba haciendo. Paradójicamente lo hice por años.
No fue fácil despertar. Despegar los ojos y encontrar luz en las tinieblas. Fue un largo camino que hoy vive en mi como un recuerdo. Una experiencia lamentable en mi vida que me ayudó a tocar fondo más de una vez. Hoy puedo decir con certeza que distingo entre el bien y el mal. Quizás aún no sepa elegir, pero si separarlos.